Construyendo Sueños Sin Fronteras
por Eduardo StanleyFRESNO, CA Al principio de su presentación parecía insegura. Pero poco a poco fue ganando confianza y terminó hablando como si fuera una experta. Pero era la primera vez que hablaba en público. Y frente a casi 20,000 personas, ávidas de escuchar y expresarse. Margarita Córdova no dudó en aceptar hablar durante la concentración pública el pasado 1o. de mayo frente al ayuntamiento de Fresno. "Al principio sentí nervios, pero me dió fuerzas ver tanta gente", dijo sonriendo esta trabajadora de la construcción de 27 años. "Ahora estoy más convencida de lo que estoy haciendo".
Llegó a Estados Unidos a los 11 años de edad, siguiendo a su madre. Aunque nació en Ayoquezco de Aldama, Oaxaca, se crió en Ciudad de Mxico. Margarita vivió la vida de muchas niñas de origen humilde: ayudar en las labores de su casa, cuidar a sus hermanas, compartir su vida con tías, ir a la escuela. Y como muchas niñas, creció sin la presencia de su padre, quien inmigró a Estados Unidos, olvidando la familia que dejó atrás.

"Entonces sentí que no debía detenerme ante las injusticias", dice. Durante esos días, Margarita vivió otra experiencia decisiva. Un guardia de la escuela la acusó de llevar un arma. Fue detenida, "me revisaron como una criminal, hasta con armas en la mano. Trataron de humillarme". Hoy, mientras recuerda ese episodio, afirma que eso la convenció aún más de la necesidad de levantar su voz ante los abusos del poder.
A los 18 años completó su educación preparatoria y dió luz a su hija Jesenia. Desde entonces comparte su vida con su esposo, Eduardo Ruíz, tambin oaxaqueño. Dedicó cuatro años a criar a su pequeña y luego de pasar por varios trabajos, encontró su suerte. "Un señor afroamericano me ofreció trabajo en la construcción y desde entonces no he dejado el martillo", dice con picardía. "Me gustan las máquinas y herramientas pesadas". Y ante la mirada irónica del reportero, agrega, "a pesar de mi estatura soy fuerte".
Este trabajo, explica Margarita, tambin le permite estar al aire libre, conocer gente, cambiar de rutina y aprender. "Soy la única mujer. Me siento bien, creo que puede abrir puertas para otras mujeres". Le divierte narrar algunas experiencias con sus compañeros de empleo. "Durante un tiempo me tocó supervisar una cuadrilla de 25 trabajadores, y como eran hombres se resistían a aceptar mis indicaciones". Se ríe, mira hacia arriba como invocando su memoria y agrega, "Pretendían no escucharme y hasta iban con chismes al patrón!"
"No siento discriminación, reconocen lo que s hacer", dice segura. Margarita insiste en las palabras aprender e injusticia. "Tengo caracter fuerte No me gustan las injusticias, si veo que a mi vecina su marido la golpea, me meto".
Desde hace unos años, ella y su madre son voluntarias de una iglesia católica de Fresno, donde colaboran en diferentes programas sociales. Ahí conocieron a un activista de los derechos de los inmigrantes quien las invitó a participar de la Coalición que organizó las marchas en Fresno.
"Creo que viene de familia", dice Isabel Vásquez, de 48 años, madre de Margarita. "Leo la biblia y habla de la justicia pero en la vida real es muy diferente, hay que ganársela". Decidió emigrar a Estados Unidos por la falta de empleos en su tierra, por eso se siente expulsada. "Vine sola, al principio fue muy difícil. El gobierno mexicano no solo no ayuda sinó que te perjudica, creo que hubiera sido más felíz en mi comunidad".
Siente que ha sido estricta con sus tres hijas pero tenía temor de que "se metieran en drogas o se hicieran flojas". Sin embargo, no oculta su satisfacción de ver que sus temores fueron infundados y que entre ellas hay comunicación. "Me gusta participar con mi hija en este movimiento, en la Coalición podemos opinar y nos respetan".
Margarita está de acuerdo con su madre, rebelarse contra la injusticia viene de familia. "Desde chica fui así, no me gusta que me manipuleen". Y afirma que las mujeres son víctimas permanente de este tipo de situación, "porque venimos de una cultura machista". Por ejemplo, dice, las mujeres que padecen violencia domstica sienten que no pueden escapar, pero si se les ayuda sí cambian. "Entonces verán que hay un mundo diferente y podrán superarse".
En este sentido, Margarita tiene planes. "Me gustaría formar una coalición de mujeres, así nos escucharían más". Está convencida de que las mujeres son más convincentes y visualiza una marcha de mujeres, con sus hijos. "Vamos a salir adelante". Su convicción tiene un importante condimento, reconoce. "Esta experiencia me está enriqueciento mucho, estoy aprendiendo y siento que tambin ayudo a la gente. Por ejemplo, ya conozco algo de leyes".
No es de sorprender, porque para Margarita, aprender sobre derechos humanos y laborales es como aprender a manejar herramientas: ambas cosas, dice, sirven para construir.
desde New America Media, Reportaje Especial, Eduardo Stanley
English Translation